Isabel
había escuchado varias veces que su marido le era infiel pero ella hacia oídos
sordos a aquellos rumores hasta que un buen día la duda se instalo en su cabeza
y decidió seguir a su marido.
El
marido de Isabel era un camionero, llevaba y traía cosas a través de la
frontera de Perú y Bolivia, ambos decidieron hacer de su casita una especie de
restaurante donde todos los camioneros descansaban y se alimentaban. Su casita
estaba cerca de la frontera y por eso ella conocía a todos los camioneros y fue
uno de ellos que le advirtió del engaño del que era víctima.
Ella
no lo pensó dos veces se subió a uno de los camiones y fue en busca del infiel,
le tomo medio día descubrir que todo lo que le decían era verdad así que
decidió regresar a su casa sin ser vista.
Isabel
llego hecha una furia a su casa, un odio animal se apodero de ella, se dice que
en estados alterados productos de los celos o la ira los sentidos se agudizan y
se nos trastoca la imaginación, ella imagino a su marido haciendo el amor con
la otra, besándola, acariciándola como hacía con ella, se preguntaba cuantas
veces había hecho el amor con las dos el mismo día, la sangre de sus venas
hervía por la indignación.
Cuando
el marido llego se sentó en el comedor esperando que le sirvan su comida como
siempre acostumbraba, pero Isabel había sido reemplazada por una hembra herida,
su olfato percibía el olor a mujer, a sudor, a secreciones, a jugos que se emiten
en privado.
El
ataque fue a traición, el objeto homicida, la piedra de rio que usaba para
chancar el ajo. Dos golpes fueron necesarios para matarlo, con el primer golpe
lo atonto con el segundo el parietal derecho se abrió y parte del contenido
salió.
Isabel
se sentó en el suelo abrazando sus piernas y lloro toda la noche, se había
vengado y sabia que pagaría el precio con su libertad pero no estaba dispuesta
a pagar tan alto precio, tengo que desaparecer el cuerpo se dijo a sí misma,
eran casi las 6am pronto llegarían los demás camioneras y ella producto del
habito de años empezó a alistar las cosas, las ollas los platos, los cubiertos,
con mucho esfuerzo escondió el cuerpo y pensó en sus hijos, los alisto y
mientras preparaba el desayuno para enviarlos al colegio alistaba las mesitas
de madera que ocuparían sus comensales.
No
se le ocurrió mejor idea para desaparecer el cuerpo que usar al marido como
materia prima para los siguientes potajes y en menos de tres días el marido
había desaparecido, la ropa y zapatos sirvieron de combustible para el horno de
leña, los huesos más evidentes los puso en el horno de leña y luego los rompió
con la piedra de rio que usaba para aplastar el ajo. Sin cuerpo no hay
delito leyó una vez en un periódico. Ante la gente ella era la pobre mujer
abandonada, se cuido de hacer notoria su preocupación por el abandono, se
quedaba esperándolo, contestaba el teléfono siempre así “¿amor eres
tú?”, semanas despues surgieron los rumores que lo habían visto de la mano con otra
mujer y llevando de la mano a un niño.
Bueno,
el secreto de Isabel por fin ha sido descubierto! ¿Que harás tu?