Mientras el Delfín y Maria Antonieta se revolcaban con sus amantes el resto de Francia sufría las consecuencias de ser sus súbditos.
Jean creció sin apellido pues su madre no tenía ni la más mínima idea de quien era el padre de su hijo. Esto convirtió, literalmente, a Jean en un hijo de puta.
Su niñez la paso en el prostíbulo junto con su madre, era el quien alcanzaba las palanganas para que los clientes se aseen una vez terminada la faena amatoria y la ayudaba a tender la cama antes de recibir una visita mas y luego se desaparecía en un abrir y cerrar de ojos. El esperaba en la calle y se entretenía aplastando hormiguitas con los dedos si se cruzaban en su camino, sin saber que estaba dando los primeros pasos de una lucrativa carrera en el futuro.
Jean se separo de su madre cuando tuvo trece años, la madame del lugar lo ofreció a un parroquiano quien con engaños lo llevo a un cuarto y el viendo sus intenciones le propino un buen rodillazo en los genitales que de ser anatómicamente posible las bolas le hubieran salido disparadas por lasfosas nasale al infeliz parroquiano.
Jean huyo y vago por las malolientes calles de Paris alimentándose de las sobras de los demás, a sus trece años había alcanzado una estatura envidiable, su cabello castaño y ojos verdes de pestañas largas lo hacían notorio entre la multitud, un buen día se cruzo en el camino de la esposa del leñador y viendo que se parecía muchísimo a su difunto hijo lo alimento, eran parecidísimos salvo por una diferencia, el hijo del leñador tenia una sonrisa encantadora y a Jean le faltaban varios dientes. Jean que nunca había recibido una muestra de afecto desconfió de inmediato pero al igual que los perros callejeros hambrientos de cariño se rindió a los cuidados maternales de la esposa del leñador. El leñador no hizo reparos al saber que volverían a casa con una boca mas, desde su punto de vista no solo era una boca mas que alimentar sino un buen par de brazos que ayudarían en el trabajo y sin mas que agregar lo admitió en su familia.
Varios años pasaron y Jean creció en el seno de su nueva familia, Francia se había rebelado a sus reyes gritándoles a viva voz Liberté, égalité, fraternité, una semana después de que Jean fuera adoptado la cabeza de Maria Antonieta había sido separada de su cuerpo, la casta real fue borrada de la faz de la tierra y su derecho divino negado y los tiranos regios fueron reemplazados por otros mas plebeyos. El terror se había instalado en Francia los juicios eran inmediatos, terribles y libres de piedad y merced. Fue así que un buen día el leñador fue acusado de alguna tontería y fue ejecutado al día siguiente, la pena se anido en el pecho de la esposa y termino por romper su corazón. La tarde que Jean encontró a su madre adoptiva muerta en el piso se dio cuenta que había perdido a su madre otra vez. La enterró con una ceremonia sencilla y se marcho rumbo a Paris sin voltear ni una sola vez.
Al llegar a Paris el hedor lo golpeo en la cara, las calles llenas de excrementos y gente pobre eran un espectáculo deprimente. Robespierre se había encargado de crear una atmósfera de miedo y terror. Jean busco lo mismo que los demás! Comida y trabajo y al igual que el resto no hallo nada. Las calles habían cambiado muchísimo desde su última visita. Se sentó en una esquina y como hacia de niño aplastaba las hormigas que se le cruzaban.
Un hombre calvo y amanerado se le acerco con paso femenino, Veo tus brazos fuertes, ¿Cómo te ganas la vida muchacho? Dijo con voz aflautada mientras se acercaba a la nariz un pañuelo bordado y perfumado para disimular en algo la hediondez que los circundaba. Soy leñador respondió secamente, Me has caído del cielo exclamo dando unos saltitos de alegría. Ven sígueme tengo un trabajo para ti. Jean que no tenía nada que perder lo siguió.
Continuara…
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