La música inunda mis oídos aislándome de los demás lo que me
permite siempre leer, recorro línea a línea las hojas del libro que leo y tengo
una sensación extraña que no sé cómo explicar.
Me concentro, sé que dispongo de poco tiempo pues el tren es
rapidísimo y pronto llegare a mi destino, ¿Les ha pasado que sienten cuando les
miran? Eso es lo que sentí, como un toque en mi espalda, voltee una vez pero no
percibí nada, volví a enterrar mi mirada en el libro y luego tuve la misma
sensación.
Voltee para ver y nuestras miradas se encontraron, una mujer
anciana y de pie con esos bastones que tienen 3 patitas me miraba fijamente a
los ojos, me señalo con sus dedos nudosos y temblorosos y me pareció que sus
ojos estaban brillosos y en su rostro deformado por las arrugas me pareció ver
una expresión de alivio.
Me pareció extraño pero estaba enganchado con mi lectura y
volví a enterrar mis ojos en el libro, llegue a mi destino y tuve que esperar
un momento a que aquella viejita con paso lento baje del vagón, cuando
estábamos todos afuera ella me hizo señas para que me acerque.
En su mirada había algo que describiría como amor, me
pareció extraño, su hija que sería calculo la edad de mi madre me hizo señas
como diciéndome no le hagas caso esta viejita, pero había una conexión ahí.
Me señalo una vez más con su mano temblorosa y la cogí entre
mis manos y ahí sucedió algo extraordinario, de pronto la viejita desapareció y
en lugar suyo apareció la mujer joven y bonita que había sido muchos años
antes.
Todo alrededor nuestro desapareció como en un remolino y ahí
estaba ella delante mío y yo ocupaba el cuerpo de alguien que no era Yo pero
que se parecía muchísimo a mí. Fue como ver una película acelerada.
Los vi conociéndose, su primer beso, una discusión y luego
una reconciliación luego una separación luego un reencuentro, lo vi a él (que
se parecía muchísimo a mi) arrodillándose delante suyo, estaban en un parque y
el mar se veía al fondo, lima era la de antes, no había edificios y todo era
verde, su rostro era de felicidad y justo ahí comenzó su desdicha.
Lo vi despidiéndose con un beso volado corriendo detrás del
bus y luego se desvaneció como se desvanece el humo del cigarro en un día de
viento y otra vez esta yo en el andén, sosteniendo la mano de aquella
viejecita.