El Verdugo hijo de Puta (Parte 2/2)

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importante SI NO HAS LEIDO LA PRIMERA PARTE, TE saldra caspa en las axilas!



Jean y el calvo amanerado se dirigían en dirección a la Bastilla una enorme fortaleza prisión construida solo para detener a los enemigos de Francia que se había convertido en un infierno para aquel que cruzaba sus puertas.

Las puertas se abrieron como las fauces de un dragón, el interior se veía iluminado por antorchas y gritos de dolor llenaban la atmósfera. El calvo llamo la atención de uno de los guardias agitando su pañuelo, tengo al hombre perfecto dijo mientras acariciaba el brazo derecho de Jean que se alejo dos pasos del calvo.

El Jefe carcelero le explico su trabajo y Jean en un pestañeo se convirtió en el nuevo verdugo de la bastilla.

La tecnología que para estas cosas avanza mas rápido que para las cosas buenas había alumbrado a la nueva Guillotina, un arma eficaz que cercenaba cabezas en un santiamén hasta la llegada de Jean que con sus poderosos brazos cortaba cabezas con una precisión quirúrgica.

La primera vez siempre marca una línea divisoria entre el antes y el después, El jefe carcelero le explico que de no cumplir con su tarea seria un nuevo huésped de la Bastilla.

Su pantalón y botas negras hacia juego con su capucha, la cual le cubría el rostro por completo, era costumbre que la victima no vea a su victimario para que su fantasma no fastidie al ejecutor. El condenado era un hombre que Jean reconoció de inmediato era un asiduo parroquiano que disfrutaba golpear a su madre mientras la poseía, ¡Violador! gritaba la gente que como los buitres alrededor de la carroña se aglomeraban para ver el espectáculo. Nunca el hacha le había parecido tan ligera en sus poderosos brazos y una fuerza descomunal pareció brotar de cada esquina de su cuerpo y con un certero golpe corto la cabeza de un solo tajo, el cuerpo aun se agitaba, brazos y piernas se movían como queriendo huir y mientras la cabeza caía el vulgo (nunca un adjetivo es tan preciso como ahora) estallaba en gritos de éxtasis y alegría.

Bajo el filo de su hacha pasaron vecinos, amigos, médicos, abogados, panaderos, rebeldes, soldados y nunca tuvo el más mínimo remordimiento porque el hombre que se enfrenta al dolor y sufrimiento ajeno termina formando una coraza para protegerse del exterior, llego el momento que el no veía en los condenados a personas sino árboles, así se los imaginaba para poder hacer su trabajo, el cortaba leña no cabezas. 

Una tarde mientras subía los peldaños del cadalso y era aplaudido por el vulgo porque su presencia era señal que el espectáculo comenzaba vio entrar a la condenada que gritaba y lloraba, Soy inocente, soy inocente! Gritaba mientras saliva y lagrimas se mezclaban en su rostro marchito, Vas a morir Puta! Gritaban las desdentadas mujeres de la multitud. Aquella palabra fue como una pedrada en la frágil coraza de Jean y al ver a la condenada reconoció en ella a su pobre madre.

Se quito la capucha y su rostro sin expresión sorprendió a su madre y a la multitud que se quedo callada de golpe solo el silbido del viento en sus oídos era lo único que escuchaba Jean.

La puta al reconocer a su hijo se tranquilizo se libero de sus captores que estaban aun estupefactos de sorpresa y con paso lento se dirigió al cadalso, se arrodillo y acomodo su cabeza con gracia y delicadeza como si lo hiciera sobre una mullida almohada Será rápido fueron las únicas palabras de Jean y con un solo golpe separo la cabeza de su madre luego saco un chillo de su cinto y se dejo caer sobre el.

Un grupo de gitanos entre la multitud aullaba de júbilo mientras exclamaban Liberté, égalité, fraternité, ou la mort!