lunes, 11 de agosto de 2014

El cuerpo del delito

Capitán Jiménez a sus ordenes! dijo con voz marcial, mirada al frente y juntando todas sus fuerzas para disimular el terror que lo carcomía por dentro. Jiménez tuvo una vida de  carencias, carecía de padre y de comida por las noches y su madre trabajando todo el día por eso le carecía también amor, su vida era un desorden hasta que una vecina le dijo a su madre, mándalo a la escuela que allí lo enderecen y lo hagan hombre de bien.

Muchos años después de ese buen consejo se encuentra en la oficina del Coronel Gonzales y eso no son buenas noticias, en medio de la podredumbre que representa la policía existen pocos hombres que representan sus valores, defensores de la justicia, servicio al necesitado, pero sobre todo el brazo de la ley. Y Jiménez sabe muy bien que su vida en la policía siempre ha estado alejada de ella.
Cuando recibió la orden de presentarse a primera hora sintió temor de inmediato, sabía que cuando ponga un pie en la oficina de Gonzales estaría perdido, ¿quién me habrá vendido?,  había muchos que podían haberlo hecho pensaba pero ya era tarde para pensar en eso, si algo aprendió en la policía son dos reglas muy importantes para este tipo de situaciones, primero negarlo todo! y segundo echarle la culpa a otro.

Gonzales le indico con un gesto que se sentara, ¿Me conoce Ud. Capitán Jiménez? la pregunta lo cogió por sorpresa, González es conocido por ser implacable con la corrupción, todos los policías dados de baja tienen su firma en los expedientes, trago saliva y respondió lo más calmo posible, Si mi coronel, todos conocemos... se explayo nombrando cada triunfo sobre la corrupción y omitió todas las veces que él se ocultaba para no ser descubierto infraganti.
Yo también lo conozco a usted Jiménez, usted representa exactamente todo lo contrario a lo que necesitamos en las fuerzas policiales, no crea que ha escapado a mis ojos en estos años, se de los permisos, las coimas, los pases de droga y todo lo demás dijo calmadamente mientras colocaba su mano sobre un expediente sobre su mesa.

Los ojos de Jiménez se abrieron al ver su grueso expediente, trago saliva y miro al Coronel, su rostro carecía de expresión, lo miraba fijamente como estudiándolo, como hacen los reptiles cuando estudian a su presa. Jiménez abrió la boca para hablar pero el coronel lo interrumpió y justamente por eso lo necesito.

Jiménez el fuego se combate con fuego, voy a usarlo a usted para sacar a todos y cada uno de los corruptos, si usted se delata haré que lo encierren para toda su vida, ¿me ha comprendido? Jiménez asintió tembloroso, sabía que estaba por comenzar una guerra interna y que él era el arma secreta y sea quien sea el que gane el estaba muerto. 

8 comentarios:

  1. Los soplones siempre tienen el final que merecen.

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  2. Un final que imagino sabía desde el principio...

    Saludos Gary

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  3. En el colegio les llamaban los acusicas, siempre hubo y siempre los habrá, pero en estos ambientes que reflejas en tu micro las consecuencias de chivarse seguro que le traen muy malas consecuencias.
    Un saludo
    Puri

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    1. aqui les decimos acesetas jejeje y siempre hay en todos lados.

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han hecho catarsis