Un espejo para el buen Tamir!

Un candelabro con 7 velas iluminaba el rostro compungido de Tamir, 5 años de viudo y dos niños que representaban el universo para él, Tamir trabajó desde muy joven para conseguir lo que ahora tiene. Una casa inmensa con un patio adelante y atras, 3 carros y una compañía que en breve cotizaría en la bolsa de valores.

Sus orígenes humildes lo hacían sentir orgulloso y se aseguraba de enseñar a sus hijos que los lujos no dan la felicidad, que el dinero solo da tranquilidad, se acumula para usarlo cuando es necesario. El sabia que a sus espaldas le llamaban avaro pero se reía, sabía que los demás estaban equivocados.

El dinero no solo abre puertas, compra voluntades, disimula orígenes humildes y si no hace la felicidad obtiene algo parecido. Tamir estaba convencido que solo el trabajo arduo y constante dignifica a la persona y que las cosas tienen más valor cuando se han obtenido con el sudor de la frente.

En la entrada de la sinagoga un niño, seguramente huérfano, mendigaba con su manito estirada pero él no oculto su fastidio y le chasqueo los labios.

El rabino que estaba cerca lo vio todo y lo miro reprobando su acción, se acerco a paso lento, pues los años pesan, y cuando lo tuvo cerca lo ataco con una sonrisa sincera Tamir acompáñame a mi oficina por favor dijo con voz calmaba y dulce.

Tamir sabía lo que le esperaba, conocía al rabino desde que su niñez, cuando su abuelo lo traía usando el transporte público juntando monedas para pagar el pasaje, sin embargo el rabino no parecía haber envejecido un día. Se le veía tan viejo ahora como cuando el tenia 7.

Cuando llegaron a su oficina se dirigieron hacia la ventana Tamir hijo dime que ves dijo señalando al exterior, Tamir se acerco estiro un poco el cuello y respondió veo gente cruzando la calle, niños jugando… describió la escena detalladamente mientras  el rabino asentía agradecido por la respuesta y dime ahora que ves dijo señalando al espejo que estaba en la pared contigua a la ventana Ahora me veo yo respondió rápidamente.

El rabino se acerco dio una palmadita a Tamir y dijo En la ventana hay vidrio y en el espejo hay vidrio. Pero el vidrio del espejo tiene agregado un poco de plata. ¡Y cuando hay un poco de plata uno deja de ver gente y comienza a verse solo a sí mismo!

Tamir entendió el mensaje, vio a través de la ventana y reconoció al niño que estiraba su manito pidiendo limosna, Hay más felicidad en dar que en recibir la frase escapo de sus labios sin saber cómo, el rabino sonrió con gusto, el mensaje había llegado a su destino.