El Error

Alex miraba el mundo a través de sus ojos de 22 años, hace dos semanas se entero que su enamorada esperaba un hijo suyo, aun no se lo habían dicho a sus padres, le costó trabajo asimilar la idea, su primer impulso fue sugerirle a su enamorada que se deshaga del bebe, porque sería un freno para sus carreras, pero un sueño le hizo cambiar de idea.

... era como ver una foto suya de niño

Un niño precioso con ojos grandes y pestañas larguísimas iguales a las que el tenia a su edad, era como ver una foto suya de niño, pero este niño tenía rasgos de su madre también, los labios de su enamorada y el cabello rizado, es mi hijo se dijo a mí mismo, despertó y llamo a su enamorada en ese mismo instante, Si, quiero a mi hijo le dijo y colgó. A partir de ese momento se puso como objetivo conseguir un trabajo, sabía que vendrían gastos y tenía que afrontarlos.

Su ropa impecable, el cabello bien peinado y el sobre manila en su mano, mientras se dirige a una entrevista de trabajo, la fabrica estaba en un lugar alejado, pero fue la única empresa que lo cito para una entrevista. Mira a los ojos, sonríe, da la mano con firmeza se repetía a cada momento como una letanía.

Un motocicleta se estaciono delante suyo, uno de los ocupantes bajo y se acerco a él y luego un dolor intenso atravesó a Alex por el costado derecho, aquel cuerpo extraño atravesó la tela, la piel, el hueso y finalmente llego al pulmón, ¡¡Apúrate huevón!! gritaba el que manejaba la moto, El atacante saco el cuchillo y lo volvió a enterrar para asegurarse de cumplir con su trabajo.

Alex intento mirar la cara de su atacante, pero el casco le impidió identificarlo, la segunda puñalada ya no le dolió, la vida se le escapaba por el primer agujero. Cayo de rodillas sintiendo que el aire no era suficiente y que se ahogaba con su propia sangre.

¡¡Este no es Huevón!! ¡¡Este no es!! Gritaba el que manejaba la moto, el asesino se trepo a la moto y se perdieron en el horizonte, la gente se aglomero alrededor de Alex y entre todos ellos un hombre vestía un terno del mismo color que la victima que ahora reposaba en un charco de su propia sangre.