Reflexiones moribundas

No quiero morir, me dijo con sus ojos inundados mientras sujetaba sus manos con las mías, sus diminutas manos, antaño tan fuertes que solían cargarme en su regazo y lanzarme al aire para mi deleite, sus fuerzas la abandonan día a día igual que a mí.

Veo sus manos cubiertas con esos lunares que la vejez nos regala, sus dedos nudosos y deformados, mis ojos empiezan a inundarse también y solo atino a besar sus manos.

Es normal temer a lo que uno no conoce, dije tratando de que mi voz no se quiebre, Es algo que tarde o temprano sucede, en mi desesperación empiezo a olvidar lo que quería decirle.

¿Quién eres que a mi lecho vienes a buscarme?

Soy yo, tu nieto, ¿ya no te acuerdas de mí?, trato de calmarme pero mi temor se confirma, está perdiendo noción de la realidad, se queda pensativa, mirándome como si fuera invisible, como si pudiera ver a través mío.

¿Qué es la muerte?

...la ausencia de vida le respondo mientras mi miedo crece en el pecho,  La vida lo es todo, alegría, conocimiento, descubrimiento, disfrute,amor, odio, luchas, muerte.

¿La vida también es muerte?,

Si claro, sin muerte no hay vida, apreciamos que algo NO está vivo cuando no muere.

¿Porqué morimos?,

Para saber que estamos vivos.

A mí no me vale esa explicación, yo no quiero morir.

¿Alguien te preguntó si querías vivir?

No.

Esta entrada fue escrita meses antes de que mi abuela falleciera, sin embargo no reconozco lo escrito, lo desconexo de las ideas y lo raro de las preguntas. Sin embargo al leerlo encuentro algo que me gusta, por eso lo comparto. Me recuerda esa frase que reza, “que raro es el hombre, nacer No pide, vivir no sabe, morir no quiere”