Las limosnas que no doy

Iba yo un buen día rumbo al ICPNA a mis clases sabatinas, tenía que caminar unas 4 cuadras para llegar a mi destino y cruzar necesariamente por el puente Angamos de la Vía expresa, el camino es muy familiar para mi, en aquellos tiempos al igual que ahora siempre había indigentes, madres sosteniendo a sus bebes que prendidos del pezón succionaban desesperados, cojos, mancos o viejitos estirando siempre su manito marchita.

Yo tendría 12 años si la memoria no me falla y en la mitad del puente había un hombre ciego que yo ya había visto antes. Lo vi desde lejos. Debo mencionar que eran tiempos en los que mis padres me daban dinero para mis pasajes y para comprar alguna que otra cochinadita para engañar al estomago. Yo que vi al señor en tanto frio me apene por él y decidí darle algunas de mis monedas, me acerque a él y puse mi moneda en su mano.

Al parecer en ese mismo momento el juntaba todas las monedas que había recibido y las tenía en su mano con tan mala suerte que al no ver lo que Yo hacía (es decir dejarle la moneda) pensaba que yo le robaba al sentir mi mano en su mano. Y empezó a gritar con todas sus fuerzas! Me roban! Me roban! Ratero!! Para suerte mía (creo) solo estábamos los dos en la vereda y la bulla de los cláxones y motores ahogaba sus gritos, me indigno tanto! Me avergonzó tanto! Que no doy limosnas ni a ciegos ni a “cojos”, solo a viejitos o niños.